miércoles, 28 de diciembre de 2011

Boca arriba

(No estaba el sol ni la luna, solo el cielo repleto de nubes sin reina ni rey).


El nuevo paisaje entró por sus vidriosos ojos y viajó por su sangre hasta estremecerla en su vientre, sintió que todos los pájaros que cantaron esa mañana para despertarla volaron más abajo de su ombligo.

domingo, 11 de diciembre de 2011

365
{De una banca chillaneja, a un asiento línea azul, a una ciudad costera, a vales que se cambian por un plato de comida, a domingos sobre ruedas,  a una almohada penquista donde cada mañana es temporada de risas}                                                                                                                                                 

sábado, 12 de noviembre de 2011

La viejecilla miraba resignada, como si hubiese olvidado que sus ojos también funcionaron bien, que su piel también fue suave y tersa, que su cabello no fue siempre blanco. Que también se divirtió usando vestidos  cortos, fingiendo que no sabía cuánto hombre se voltearía a mirarla o cuántas cosas podrían suceder  sólo por llevar esas piernas morenas  y jóvenes.
Olvidó tal vez cuánto se prometió no olvidar. Perdió tal vez sus diarios, sus fotos, esas notas dulces que alguna vez guardó en una caja de zapato como hueso santo, que ahora de santo no tienen nada y de hueso, tal vez lo corroído y relegado.
Ya no habita más que su cocina, tal vez olvidó lo confortable que le parecieron los otros rincones de su casa. Lo apelmazado de la lana de su colchón no es más que un hecho antiguo, no es más que un suceso que quedó ahí estacionado a falta de un buen rito reparador o de una canita al aire. Ahora los sillones están vestidos de polvo y no cobijan más que vacíos y una que otra historia perdida en el tiempo.
Su gata también está vieja, más lenta y más arisca, pero ella si recuerda sus años mozos y por eso es que le molesta envejecer, por eso es que la vejez le estorba, la vieja no sospechaba lo afortunada que había sido al olvidar… no había nada que añorara.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Ella ama las mañanas y las bufandas rayadas, 
su gata acicalándose en el jardín, su persiana antigua
y todo lo que guarda el marco podrido de su ventana.

Su mandíbula es floja,floja para masticar carne,
ágil para articular un beso,pero no besos mentirosos,
su boca no sabe mentir.

Prefiere los sures y poco le importan los nortes,
no entiende los paraguas,transaría por un poco de lluvia.
Le gusta vestir abrigos,sobre todo si le dan un aire misterioso.
Le divierte hacer muecas en el espejo,cambiar la voz y ocupar un seudónimo.

Cree que ser mujer es haber tenido suerte
y que poder jactarse de ello es una dicha.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El desconocido de siempre


Me gusta encontrar de pronto tu cara conocida de desconocido entre la gente,me gusta reconocerte sin conocerte, me gusta saber que eres tú, que ahí vienes, a pesar de ignorar tu orgullo, tu pena, tu culpa, tu miedo, tu rabia, tu olvido, tu alegría, tu victoria...Me divierte imaginar para ti un nombre, un destino matutino, elegir qué prefieres, ventana o pasillo, té o café, gato o perro, calor o frío, dulce o salado. Sólo sé que actualmente habitas Concepción y que matas el tiempo inmortalizando el mundo oculto tras un lente.

lunes, 5 de septiembre de 2011


“No es este el relato de hazañas impresionantes, es un trozo de dos vidas tomadas en un momento en que cursaron juntas un determinado trecho, con identidad de aspiraciones y conjunción de ensueños, ¿Fue nuestra visión demasiado estrecha, demasiado parcial, demasiado apresurada?, ¿Fueron nuestras conclusiones demasiado rígidas?, tal vez, pero ese vagar sin rumbo por nuestra mayúscula  América me ha cambiado más de lo que creí, yo ya no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo interior.”  (Diarios de Motocicleta).

Viajemos.. que ante nosotros se extienda toda América Latina.

viernes, 5 de agosto de 2011

Autorretrato


Por mi piel oscura caminan mis temores, como queriendo escapar, como buscando otro ecosistema, quizás mas fuerte, quizás menos extraño. El trayecto es corto, pero aún así no lo logran y regresan para quedarse, tropezando con mis cicatrices y lunares, enredándose en mi pelo largo, negro, bailando en mi nariz, rodando hasta mi pecho para instalarse justo al centro, en mi interior, comiendo de mis debilidades, de mis inseguridades. No estoy mintiendo, tengo miedos. Tengo miedo a los caracoles, a los días demasiado cortos, a los gritos, a los viajes demasiado largos, a los viejos del saco, a la gente, a las ciudades. Tengo miedo a la soledad, al futuro, a las despedidas, a cansarme de luchar. No tengo miedo a los miedos.
Creo. Creo que las personas cambian, dañan, que el arte salva, que la música no muere, que el cigarro ata y mata, que la justicia se pierde, que queda gente buena, que la libertad existe.
No me gusta hablar en primera persona, no me gusta hablar de mí, soy introvertida, no me gusta contar, odio ser auto referente, odio hacer un autorretrato, exagero.


martes, 2 de agosto de 2011

Microguerras


Las banderas ondulaban altaneras en el cielo sobre el campo de batalla. El coronel a cargo era Fedor, quien con tres batallones de infantería, dos escuadrones de caballería, cinco piezas de artillería de montaña y sus temidas estrategias, planeaba vencer al enemigo. Fedor era el destino, Fedor era Dios. Cada hombre un títere de sus designios.
Se siente un cañonazo a la distancia. La guerra se había desatado. Cada hombre estaba en su lugar, y los primeros disparos ya volaban sentenciados casi sin remedio a acabar con alguna vida. Abúlicos se enfrentaban los soldados bajo el anonimato de sus uniformes de camuflaje. ¡Pag!, ¡pag!, sonaban estridentes los mortíferos tiros, mientras caían derrumbados culpables e inocentes. Súbitamente una pausa en la guerra, y amigos y enemigos revueltos en una bolsa. Fedor sacudió el pasto de su polera y pedaleó a casa. Estaba hambriento.

lunes, 1 de agosto de 2011

Cada lugar parece ser una reminiscencia de algo, en los muros se anidan vestigios de historias oxidadas, en el aire retumban ecos de voces perennes,por todas partes pululan horas resistiendoce a ser olvidadas y nuestra imagen en la lluvia sucia sobre el cemento refleja que no somos más que un enjambre absurdo e incoherente de recuerdos. 
Sobre mi juventud recae un recuerdo con todo su peso y me pregunto si se es resistente o si pueden ser los recuerdos misteriosos homicidas, si serán  inmunes a la humedad de abril que me empaña mientras camino, si se extirán como ese hálito de aliento congelado que nace y muere repentinamente al salir de mi boca, bajo el umbral de mi puerta me pregunto si el frío en nuestras manos añorará el calor de nuevas memoriassi se podrán alterar los recuerdos.

miércoles, 18 de mayo de 2011



Si algo sé acerca de la vida 
                                                                                
    ..ES QUE QUIERO ESCRIBIRLA.


Quiero describir el miedo de haber subido al bus equivocado y la estupidez de esperar comprobarlo al llegar a una ciudad desconocida.Quiero describir la luz que se cala por mi persiana. Quiero describir esas noches de ojeras y café. Quiero describir el sonido de un rollo corriendo con recuerdos inoportunos.Quiero describir el aroma de cada casa.Quiero describir ese sol pos-lluvia tan peculiar. Quiero describir las veredas mojadas. Quiero describir el humo impregnado en tu chaqueta. Quiero describir los viajes en micro. Quiero describir esas manías oxidadas. Quiero describir esas canciones que volvemos a reproducir una y otra vez. Quiero describir los paraguas olvidados por ahí. Quiero describir lo que hay bajo tu cama. Quiero describir los cuadernos inflados de yogurth reventado. Quiero describir la torta de mil hojas. Quiero describir los cordones desatados. Quiero describir las horas perdidas. Quiero describir las faltas de ortografía.Quiero describir la sopa.Quiero describir abuelos con sombrero. Quiero describir esos fríos matutinos. Quiero describir la miopía. Quiero describir las monedas tragadas. Quiero describir el olor a pan tostado. Quiero describir las películas que hacen llorar. Quiero describir las coincidencias. Quiero describir los chicles gastados. Quiero describir la incertidumbre. Quiero describir los cumpleaños sorpresa. Quiero describir las estrellas fugaces. Quiero describir hombres con barba.Quiero describir una mano de cartas. Quiero describir esas lecturas infatigables. Quiero describir el olor a libro nuevo. Quiero describir ese susto paralizante después de un silencio seco. Quiero describir esas muecas mentirosas que ensayas en tu espejo. Quiero describir ese dolor terco que sigue ahí, a pesar de todo. Quiero describir la trampa. Quiero describir el noticiero de la mañana. Quiero describir ese hecho misterioso que se avecina desde el futuro. 

Quiero escribir para leer.. 
porque me da miedo OLVIDAR.


lunes, 7 de marzo de 2011

Violetas


Caminaba con la vista perdida, no había necesidad de mirar, había memorizado el camino. Parecía pensativo, parecía pensar  en algo realmente demandante, parecía ensimismado, ausente.
Se percató de que quienes pasaban a su lado  lo miraban de manera extraña, si es que a eso se le podía  llamar mirar. Y cómo no, si parecía de otro planeta, y los terrestres sólo acostumbran ver terrestres caminando por las aceras. Hasta el a veces cuando lograba salir de su impavidez se sentía diferente. Saltó, le daba la sensación de que si lo hacía volvería a sentirse en su cuerpo. Habló ronco, le pareció que así despertaría al ser humano que creía llevar dentro, en alguna parte. Pero nada funcionó. Así siguió el resto del día. Tomó el metro, tenía que llegar a tiempo, y comprar flores por el camino. Otra vez tuvo la impresión de que todos lo miraban, y ahora con más atención. Esta vez decidió hablarle a una de las tantas personas que había allí. Le habló a una viejecilla que iba sentada a su lado, parecía amable.
-Disculpe, ¿Por qué todos me miran?.  La viejecilla, que lo miraba con la vista inmóvil, no contestó, volteó la cabeza. El insistió. - Disculpe, ¡Hola, hola! (aleteaba las manos). La viejecilla no se inmutó. Dejó pasar un rato, pero la situación no cambió, empeoró. Seguían todos mirándolo y no mirándolo a la vez.  Volvió a intentarlo, repitió las mismas palabras a  todas las personas que se encontraban a una distancia prudente de él, pero ninguno hizo más que la viejecilla. A excepción de una niña que no dijo nada, pero lo miró diferente, tuvo la impresión de que ella estuvo a punto de responder a su pregunta, pero en el instante en que sus labios se abrían para articular un vocablo,  su madre la jaló fuerte del brazo, debían bajar.
No entendía que sucedía, y la única persona que tenía algo que decirle acababa de abandonar el metro. Rendido dejó caer su cuerpo con todo su peso en el asiento y bajó en su estación. Compró flores, y siguió su camino otra vez con la vista gacha, iba como dejándose llevar, no le importaban los semáforos, ni las palomas, ni la gente, ni el viento, nada era un obstáculo en su camino (esto no lo notó).
Fue ahí, mientras caminaba que se dio cuenta que había olvidado cual era su destino y convencido pensó:
-La gente dice que cuando se olvida algo, volviendo atrás se puede recordar.-
Eso hizo, tomó el metro de vuelta y volvió a su departamento por el mismo camino que había venido.
Saludó al conserje, éste  lo ignoró, lo que a estas alturas no le sorprendió. Debía llegar al noveno piso. Subió lentamente, creyendo recordar en cada próxima pisada, hasta que llegó la pisada gloriosa. Fue en la pisada número 30 que sintió ese peculiar placer de recordar lo olvidado. Pero en fracción de segundo abruptamente se extinguió el placer y sintió como se le apretó el pecho y se heló todo su cuerpo. Inspiró profundo tragando todo el polvo a su alrededor y pensó:
 - Tal vez rehaciendo el camino de ida se pueda olvidar.-
Lo intentó, hizo el mismo camino, pero no pudo olvidar. Así, llegó frente a su tumba, dejó las violetas, y se perdió entre la húmeda atmósfera.

domingo, 27 de febrero de 2011

Dos negritas al unísono


Mi sombra no es más que cualquier anónima, una completa desconocida que se cuelga de mis zapatos, una intrusa sin escrúpulos, una loca egoísta, sin apodo, sin peinado, sin vestidos, una sombra en devenir otra. Los días nublados cuentan a mi favor… Pero que ventaja tan  inútil si siempre asecha un rayo de luz a la vuelta de la esquina, un sol todo poderoso que le vuelve a dar vida, que placer tan efímero, tan poco probable.
Siempre en el límite de la multiplicidad, siempre en el borde, siempre en la orilla. Cuando al fin seas, no querré separarme nunca más de ti… O tal vez me preguntaré por  qué haberlo esperado tanto, y añoraré los tiempos en que huías de lo definitivo, añoraré los días soleados en que solías sorprenderme.