martes, 2 de agosto de 2011

Microguerras


Las banderas ondulaban altaneras en el cielo sobre el campo de batalla. El coronel a cargo era Fedor, quien con tres batallones de infantería, dos escuadrones de caballería, cinco piezas de artillería de montaña y sus temidas estrategias, planeaba vencer al enemigo. Fedor era el destino, Fedor era Dios. Cada hombre un títere de sus designios.
Se siente un cañonazo a la distancia. La guerra se había desatado. Cada hombre estaba en su lugar, y los primeros disparos ya volaban sentenciados casi sin remedio a acabar con alguna vida. Abúlicos se enfrentaban los soldados bajo el anonimato de sus uniformes de camuflaje. ¡Pag!, ¡pag!, sonaban estridentes los mortíferos tiros, mientras caían derrumbados culpables e inocentes. Súbitamente una pausa en la guerra, y amigos y enemigos revueltos en una bolsa. Fedor sacudió el pasto de su polera y pedaleó a casa. Estaba hambriento.

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